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En el marco del Simposio Internacional de la Vitamina N en Bogotá, organizado por el Jardín Botánico de Bogotá, Juan Carlos Santacruz, director de la Fundación Colombiana del Corazón y líder del programa Corazones Responsables, habló con Portal Bogotá sobre los beneficios de la Vitamina N para la salud y bienestar de los seres humanos.

La vitamina N es un concepto que empezó a introducir la Fundación Colombiana del Corazón a partir de la propuesta que hemos venido haciendo del programa Corazones Responsables con el objetivo de incentivar nuevos comportamientos llenos de vida en las personas y lograr que, a partir de esos nuevos comportamientos, sea factible retrasar la llegada de los factores de riesgo que enferman el corazón. Es una estrategia que tiene un método de prevención educativa y pedagógica que se enfoca en diez temas culturales como son, la cultura del Movimiento, la cultura de aprender a comer, la cultura de Espacios libres, la cultura del Cuidado de la mujer, Cultura del pensamiento positivo, cultura de la Conciencia plena, Cuidado en vacaciones, Números del corazón, Organizaciones saludables y Cultura de la vitamina N.

En general, las personas que viven en un mundo citadino se han ido alejando del entorno natural. La prevalencia de enfermedades epidemiológicas está muy asociada al tiempo en el que nos hemos venido alejando de la naturaleza; entre más lejos estamos de la naturaleza, más enfermedades hemos ido generando. 

Es un eje conceptual; no se trata de Vitamina N exclusivamente, se trata de hacer ejercicio, aprender a comer, no estar cerca del cigarrillo, de traer pensamientos positivos, de conocer los números de tu corazón, ese es el concepto.

Estudios científicos que se han realizado alrededor del mundo en los últimos 40 años han demostrado que hay cosas en particular que suceden en la salud mental, física, espiritual, emocional y social de las personas al consumir vitamina N. Hay un impacto fisiológico y positivo en números, frecuencia cardiaca, presión arterial, conteo de lípidos en sangre, colesterol, triglicéridos, disminución de glucosa en sangre y una mejor condición fisiológica.

Por otro lado, entre más contacto o minutos tenga una persona con la naturaleza, va a tener una mejor condición de respuesta inmunológica. La respuesta inmunológica se aumenta de manera notable en la medida que yo tenga más contacto con la naturaleza. De hecho, parecería mucho más reparador un paseo en un bosque durante dos horas que cualquier tipo de medicamento para un dolor.

He conocido personas que, con dolores en el cuello, en la espalda, en la cintura y en las rodillas, caminan todos los días con los pies descalzos sobre el césped, en la tierra, el agua o en la arena, y sus dolores desaparecen. Esa caminata diaria de cinco minutos crea un equilibrio energético, es decir, el cuerpo humano se llena de iones positivos y la tierra tiene iones negativos, lo que va a crear un equilibrio que va a hacer que muchos de los dolores desaparezcan.

Tú puedes tener una ventana en tu casa desde la cual puedes ver un montón de oferta natural y si tú no abres esa ventana y no la ves, observándola y contemplándola, es posible que eso no te impacte. Para tener la fuerza terapéutica lo que necesitas es dinamizar los sentidos, no basta con ver, hay que observar, no basta con oír, hay que escuchar, no basta con entrar en un entorno natural sino dinamizar el tacto. El tacto no es solamente las manos, el tacto son los pies, ojalá con los pies en la tierra, el tacto es la piel, lo que sientes en la temperatura, el tacto es las manos tocando las texturas de las piedras, el suelo, la tierra o el agua.  

La clave no está solamente en dinamizar los sentidos, es llevarlos a la emoción. Es decir, que el último sentido de contacto con la naturaleza sea el corazón para que la emoción que te transfiere al ver un escenario natural se convierta en una emoción y ahí es cuando termina beneficiando la vitamina N a las personas.

No es que la gente de la ciudad tenga deficiencia en vitamina N porque las ciudades no tengan una oferta verde, es que no hemos aprendido a apreciar lo que tenemos. Una persona no alcanza caminar ni siquiera dos cuadras sin encontrar un lugar verde. La clave está en que te beneficies de lo que te encuentres y que dinamices los sentidos.  De esta manera eso se convierte en terapia.  No vemos la naturaleza como “venga diviértase, que rico, relájese, que armonía, que verde”, no. En cambio, la vemos como “venga y benefíciese de su fuerza terapéutica”.

Te aseguro que en una ciudad como Bogotá donde hay que hacer traslados muy largos, seguramente te ha pasado que estás en un taxi y ves un parque lindo y dices, “¡wow, que lindo, que belleza!, tengo que estar aquí, tengo que venir” y ese día fue hace cuatro años.

Se debe detener y hacer un ejercicio de entrenar la vista y ver los colores. Por ejemplo, la degradación de los verdes en el color verde es interminable; hay cientos de verdes; no solamente es ver los colores, es mirar cuál es el que más te gusta, cuál es la gama que más te agrada, el que más te llena y el que más se traduce en emoción.

También puede sentarse un rato y hacer un ejercicio de respiración profunda consiente llevando la respiración al abdomen, cerrar los ojos y escuchar. Todo lo que escuchas es una serenata.

De hecho, en Europa hay muchas pruebas alrededor de este tema. Hay centros hospitalarios donde se ofrece el entorno verde y las personas, por ejemplo, que salen de una cirugía y tienen la oportunidad de estar en un entorno verde de inmediato, su recuperación se triplica de manera exponencial.

Uno de los impactos más significativos de la naturaleza es el de incrementar la salud mental y especialmente el equilibrio. El contacto con la naturaleza te permite generar hormonas de la felicidad.

Nosotros vivimos en unos escenarios mentales de ansiedad y depresión. La ansiedad está asociada al temor por el futuro y la depresión muy asociada al temor por lo que pasó.

El estrés está asociado a una hormona del estrés que en la medida en que la segrego se convierte en procesos inflamatorios dentro del cuerpo y especialmente en las paredes arteriales e intestinales asociados a dolores cólicos o a situaciones indeseables.

Cuando vas a un evento natural se segregan las hormonas de la felicidad y esas hormonas de la felicidad generan claramente procesos inflamatorios en las paredes de los órganos, pero en particular las paredes de las arterias.

Es cierto que frente a una situación de confinamiento uno no debería aislarse, es decir, deberíamos llamar a nuestros amigos, estar en contacto con la gente, tener una condición social hasta donde te lo permita la situación.

Por otro lado, es común que las personas en cuarentena no abran la ventana. El origen del ser humano es la tierra, el agua, la luz y el aire, y es perfectamente que la obtengas estando en confinamiento. Lo aconsejable es abrir la ventana y permitir que entre la luz.

También es recomendable tener plantas en la casa, pero no para ornamentar porque sería completamente equivocado. Cuánta gente tiene una plantita y nunca conversa con ella, a veces hasta le delegan el riego del agua a otra persona. Es como tener un hijo y decir que otra persona lo alimente. Hay evidencia que demuestra que las plantas tienen un sistema inmunológico y que vale la pena conversar con ellas, acariciarlas, pregúntales cómo están y que sea uno mismo el que las riegue.

Habla con tu planta, ellas lo sienten. Cuando empiezas a hacerlo y a desarrollar ese espacio de afecto y cercanía te va a extrañar, te va a regalar más flores, más hojas, más vida, así es como se comportan las plantas.

Algo significativo que sucede es que, cuando la naturaleza tiene salud y bienestar, la salud de las personas se incrementa. En cambio, cuando la naturaleza pierde la categoría de salud, las personas perdemos salud.

La Secretaría de Ambiente está ubicada en siete puntos de control por toda la ciudad en donde además, realizará medición de ruido ambiental.

Para celebrarlo, el Instituto de Protección Animal realizará una gran jornada de adopciones de perros del 23 al 25 de septiembre en sus instalaciones.

A través de técnicas de cultivo in vitro, el Jardín Botánico preserva orquídeas de bosques andinos y de páramo amenazadas para evitar su desaparición.

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